Aprender a morir
¡Qué rápida va la vida! Pero ¿seguro que es así? ¿No seremos nosotros los que corremos demasiado? Echamos la culpa a la vida de su acelerado ritmo, pero no he visto correr las manecillas del reloj a distinta velocidad según para qué persona trabaje. Sí he observado a demasiadas personas correr por encima de sus posibilidades... y luego las culpas para otros: el trabajo, el tráfico, el reloj, las «urgencias», los compañeros, las prisas. Nos pasamos la vida entera aprendiendo a vivir, o al menos lo tratamos, y cuando nos toca abandonar este planeta nos damos cuenta de que olvidamos aprender a morir. Vida y muerte, cara y cruz de la existencia. ¿Por qué estudiamos siempre la cara y dejamos la cruz como si nunca nos fuese a tocar? Aprender a morir es tanto o más importante como aprender a vivir. Para vivir tenemos toda una vida, pero la muerte nos examina por sorpresa y nos suele pillar sin haber estudiado... y suspendemos. Dijo Séneca que: «Vivir es morirse día a día y nos e