Aprender a morir


¡Qué rápida va la vida!
Pero ¿seguro que es así?

¿No seremos nosotros los que corremos demasiado?

Adaptación de una frase de Séneca por David López-Cepero

Echamos la culpa a la vida de su acelerado ritmo, pero no he visto correr las manecillas del reloj a distinta velocidad según para qué persona trabaje. Sí he observado a demasiadas personas correr por encima de sus posibilidades... y luego las culpas para otros: el trabajo, el tráfico, el reloj, las «urgencias», los compañeros, las prisas.

Nos pasamos la vida entera aprendiendo a vivir, o al menos lo tratamos, y cuando nos toca abandonar este planeta nos damos cuenta de que olvidamos aprender a morir. Vida y muerte, cara y cruz de la existencia. ¿Por qué estudiamos siempre la cara y dejamos la cruz como si nunca nos fuese a tocar?

Aprender a morir es tanto o más importante como aprender a vivir. Para vivir tenemos toda una vida, pero la muerte nos examina por sorpresa y nos suele pillar sin haber estudiado... y suspendemos.

Dijo Séneca que: «Vivir es morirse día a día y nos equivocamos en eso de ver la muerte como algo futuro, ha muerto en nosotros el niño y el joven que fuimos...»


Prestamos tantísima atención a las apariencias que nos olvidamos lo que somos. Estamos rodeados de la cultura de la botella: Importa lo original que sea el envase pero dejamos en un lugar secundario el contenido. Hoy día vende más una colonia mediocre con un frasco atractivo que un magnífico perfume en un bote simple. Se vende como si fuera mejor un refresco (usando fantásticos anuncios y música espectacular) que un poco de agua de manantial en un sencillo vaso de cristal. Se venden libros por lo vistoso de su  portada antes que por su contenido. Se sigue con mayor interés a personas camufladas con las vistosas máscaras de sus redes sociales antes que al amigo sincero que está dispuesto, ahí, justo a tu lado...

Distracciones que nos hacen olvidar esto: Todos los días se muere un poco, a lo que fuimos, a algún sueño que se pierde en el laberinto de los recuerdos, a los propósitos de Año Nuevo, a las promesas no cumplidas, a las esperanzas no alcanzadas...


Frases de SénecaPero luego llega la otra muerte, más seria, definitiva. Y pocos se muestran preparados para mirarla cara a cara, porque la cultura de la botella nos dice que eso no interesa. Sin embargo, creo que las personas más infelices que conozco son las que no han aprendido a morir, las que viven una eternidad ficticia que se esfuma sin aviso previo, una felicidad de papel que se moja en el charco de la desilusión y desaparece en un instante.

Yo he tratado de hacer los deberes, estudio, pienso y reflexiono en cómo vivir, pero también en cómo morir. No me conformé a la inercia de las costumbres. No te diré que sigas mis pasos, pero sí que te invito a que examines con cuidado y detenimiento si el contenido de tu botella es de calidad o solo agua sucia... Todo un reto que no deberías demorar.

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