11 maneras de fabricar felicidad

Cuando las emociones se desbocan no resulta tarea fácil atraparlas, corren a su antojo y nos llevan con ellas como pollo sin cabeza. Todos reaccionamos en distinto grado ante dichas emociones, ¿o acaso conoces a alguien capaz de escapar de su influencia?

La felicidad se puede fabricar practicando hábitos que favorezcan la segregación de endorfinas.

¿Acaso tienen vida propia estas emociones?, ¿estamos hablando de la rebelión de las neuronas?, ¿dónde puedo contratar a un adiestrador de ideas descontroladas? Esas y otras preguntas pueden surgir en tu mente. Puede que pienses que un adiestrador de ideas señala al trabajo de un psicólogo, y no sería mala opción; pero no todos tenemos el tiempo, el dinero o las ganas y la convicción de necesitarlo suficientes para dar ese paso.

Sin desmerecer el trabajo de estos profesionales debo decir que somos responsables de realizar el primer intento en este ámbito. Pero no me entiendas mal, que no estoy hablando de aplacar los sentimientos hasta convertirnos en piedras con ojos y patas, no. Ese argumento lo dejo para novelas de ciencia ficción en las que un virus alienígena ha sido implantado en los cerebros de cada ser humano para borrar todos los sentimientos y controlar así los impulsos que, de lo contrario (ellos lo saben porque vienen del futuro), provocarán la guerra que convertirá a los humanos en una suerte de gusanos amorfos de cabezas babosas, y terminarán retransmitiendo nuestras hazañas en sus aparatos de televisión interplanetarias, con el formato de un reality show terrícola.

Bueno, retomaré el tema, que de locontrario terminaré escribiendo aquí una novela, y no es el momento. Recuerda que el objetivo de este blog es dar respuesta a una pregunta vital: ¿SE PUEDE SER FELIZ? 

Los sentidos.

Por eso el camino de la negación de los sentimientos y del escapismo de la realidad no son soluciones factibles: lo que pasa, pasa; no lo escondas bajo la alfombra. Necesitamos de los sentidos y de las emociones, son como "seguros de vida» regalados por la naturaleza para advertirnos de ciertos peligros: si pruebas un alimento desconocido y está ácido o amargo el sabor te alertará de que podría estar en mal estado; si oyes un ruido inusual (un golpe en la quietud de la noche o un rugido de león en la habitación), este te advierte de un peligro probable.

Si tocas las púas de un cactus te acordarás (para mal) de toda su especie, pero también aprenderás del dolor causado que no es buena idea estrecharlo entre tus manos; y si palpas una ortiga venenosa, en cuanto la mano empiece a picar y a ponerse roja como un tomate, ya sabrás que mejor no usarla para la ensalada de la cena...

Si hueles a quemado enseguida comenzarás a buscar el origen del fuego, lo que te protegerá de un incendio o te avisará de que se quema el almuerzo en el horno...Y si ves a un unicornio correteando desde el arcoíris tendrás al momento la seguridad de que necesitas desconectar del trabajo o bajar tu ritmo (o, bien, que al final sí que has sido abducido a un planeta en otra galaxia, en cuyo caso dudo que puedas leer este artículo).

Sí, los sentidos son alertas insertadas en el cuerpo humano para advertirnos de riesgos y peligros, pero también de placeres y de situaciones agradables y beneficiosas. Son implantes que la naturaleza nos ha colocado porque no somos piedras insensibles (ahora se quejará el colectivo de piedras de río por discriminación moral). Somos humanos: sentimos, padecemos, reímos, lloramos y reaccionamos a la vida que, por cierto, no siempre nos trata como nos gustaría. Pero eso no es perjudicial, aunque a algunos se lo parezca.

El ordenador.

El cerebro se encarga de procesar toda esta información al instante. En él se decide qué hacer ante las situaciones que se dan a nuestro alrededor: nos dice si correr cuando vemos venir un coche a toda velocidad hacia el paso de peatones, nos hace saltar si una serpiente asesina aparece bajo nuestras sábanas (o una temible cucaracha penetra en las sombras de las pantuflas de estar por casa), y sobre todo, a salir corriendo cuando aparece un vecino chismoso (o vecina, según el caso) para despellejar a alguien que, por casualidad, no se encuentra presente en la reunión.

El cuerpo percibe a través de los sentido y el cerebro procesa dicha información para dar respuestas que logren solventar los imprevistos y riesgos surgidos, o también para aprovechar algún estado agradable: agachar la cabeza para que nos acaricien mejor el cuello, mover la cola con rapidez en señal de alegría... Perdón, creo que el implante de cerebro perruno que me hicieron en la sala de experimentos (de un lugar que no puedo citar) está tomando el control de mi subconsciente, je, je.

En cualquier caso, creo que me habrás entendido. Sin sentidos sería muy complicado reaccionar ante el mundo que nos rodea con sus problemas y recompensas. Ahora bien, ¿qué pasa cuando un problema persiste y no se soluciona con una acción inmediata? Pues que los sentidos abren la puerta de...

Los sentimientos.

Cuando una situación perdura, ya sea favorable o no, nuestro organismo tiene sistemas para reaccionar a medio y largo plazo. Aparece la fábrica química del cuerpo segregando hormonas y otras sustancias que, cuando se desequilibran, provocan ese estado de «cabra-loca-desbocada» capaz de trepar por las paredes como Spiderman, o ese otro tan famoso llamado «depresión-de-caballo» que, insolente, causa una sucesión de despropósitos que nos hunden hasta el abismo mas profundo y más allá.
Mejor intentar mejorar que acomodarse a los problemas.

Podría hacer una lista de hormonas y sus modos de funcionamiento, detallando cada una de ellas, de dónde proceden, cuales son sus parientes...; pero para eso están las enciclopedias de medicina. Me basta con que conozcas algunos conceptos que te ayudarán a entender que muchas de las situaciones difíciles que pasas no son tan descontroladas como parecen, solo son consecuencias de un cuerpo tratando de ajustar posibles riesgos (e incluso situaciones que lo parecen sin serlo).

Solo si te dejas llevar por la impresión de que todo escapa de tu control es cuando de veras lo pierdes... Todo va a salir bien (estaba deseando decirlo, porque no hay película que se precie si no aparece alguien pronunciando esas palabras «mágicas»).

Vamos al lío. Me centraré en lo mas básico para no confundirte con cien nombres impronunciables, así que hablaré de las endorfinas y poco más. Si te apetece puedes mirar este vídeo a modo de introducción, pero si prefieres seguir leyendo pues adelante.

¿Sabes que las endorfinas (conocidas como las hormonas de la felicidad) no se segregan de forma continua en el organismo? Es nuestra responsabilidad facilitar su producción. Sin entrar en muchos detalles, está demostrado que ciertas actividades producen cantidades convenientes de estas hormonas. Pero antes de ver cómo fabricarlas a espuerta, debes saber porqué te interesa producirlas en tu organismo:

Algunos beneficios aportados por las endorfinas.

  • Dan sensación de felicidad, hasta el punto de que su efecto se asemeja al proporcionado por algunas drogas (como la morfina o el opio), pero en niveles óptimos, naturales y sin efectos secundarios dañinos.
  • Gracias a ese mismo efecto alivian enfermedades y disminuyen la percepción del dolor.
  • No solo alivian sino que también previenen diversas enfermedades, ya que fortalecen el sistema inmunológico.
  • Controlan el nivel de apetito ayudando a no ingerir más de lo necesario (y es que a veces comemos por «aburrimiento», para llenar cierto vacío emocional).
  • Favorecen unas relaciones sexuales más placenteras que, a su vez, segregan más cantidad de estas hormonas. No se trata de que caigas en la ninfomanía, je, je... Y si eres hombre ardiente piensa que hay vida más allá del sexo.
  • Disminuyen la sensación de ansiedad y estrés, pues cohíben la segregación de cortisol, la principal de las hormonas que provoca estos estados de ánimo depresivo.
  • Relajan el sistema digestivo, previniendo así enfermedades provocadas en él.
  • Y podría seguir con esta lista, pero creo que ya son suficientes los motivos explicados, ¿no crees?

11 maneras de «fabricar» felicidad:

1. El contacto con la naturaleza es, valga la redundancia, una de las maneras más naturales de incrementar los niveles de felicidad. «El ser arcaico y primitivo» que vive en nuestro interior se siente cómodo en el hábitat del que procede: los espacios verdes y abiertos, los parques, los ríos, sus sonidos, sus olores... Todo ello es interpretado por el cerebro como «lugar confiable» y estimula la producción de esta sustancia.

2. El ejercicio físico regular. Andar, practicar algún deporte de equipo o acudir al gimnasio (y usar alguna máquina, que no basta con ver sudar a los demás), favorecen el buen funcionamiento de varios de nuestros sistemas (respiratorio, digetivo, neurolígico...), y transmiten al cerebro por lo tanto la señal de «todo va bien».

3. La meditación o alguna otra forma de relajación controlada. Este punto requeriría un artículo aparte porque es una practica poco conocida pero llena de beneficios. Te recomiendo que busques algún tutorial sobre meditación (mejor que sea guiada si no tienes unas nociones básicas) y pruebes que tal te va. Sus resultados podrían sorprenderte para bien.

4. Escucha buena música, pero huye de letras con mensajes depresivos, negativos o sobreexcitantes (no se trata de que una onda sónica de llantos convierta tu materia gris en gelatina). Si te gusta  el buen ritmo aprovecha para bailar, y si es acompañado/a pues mucho mejor.

5. Huye de la rutina o el aburrimiento. Cualquier excusa es buena para no repetir todos los días lo mismo: regálate un capricho, una sesión de spa, unas palomitas para el cine, un concierto de tu artista favorito, un viaje a la estratosfera (quizás mejor cuando baje de precio), una improvisada velada romántica, visitar algún lugar nuevo...

6. Mantener relaciones sexuales. No creo que necesites explicación sobre este tema. Por cierto, ¿nunca te cruzaste con alguien desagradable, con cara ácida, y a quien recomendaron un buen pol...? (censura, estamos en horario protegido); espero que no lo dijeran de ti. No digo que te vaya la vida en mantener relaciones sexuales, pero desde luego es un buen recurso para alegrarte la existencia.

7. Date el gusto de alguna buena comida. Como todo placer aporta un estado de satisfacción que se transmite a todo el organismo. Una alimentación conveniente ayuda a la regeneración celular, pero darse algún que otro «capricho» manda la señal al cerebro de «recompensa recibida».

8. Compartir. En contra de lo que algunos piensan, la sensación de dar desinteresadamente suele ser más gratificante que la de recibir (aunque entiendo que si te toca la lotería también darás botes de alegría). Por ello, hacerte voluntario en alguna ONG u organización de confianza donde puedas aportar algo de ayuda a los demás (y de paso conocer gente con buenos valores y ampliar tu agenda de amistades), puede aportar su dosis de felicidad y ayudarte con el siguiente punto...

9. Relacionarte con otras personas, tener contacto físico con gente que aprecies. El ser humano está «fabricado» para relacionarse e interactuar. La vida en comunidad y la amistad generan señales que se interpretan en nuestra materia gris como «hábitat seguro».

10. Reír y tomar una buena actitud ante la vida. Nota: ¿sabes que hay quien afirma que si ríes, incluso sin ganas, tu cerebro detecta el movimiento facial de los músculos «de la risa» y reacciona generando alegría? A esto se lo conoce como la teoría de la retroalimentación facial. Prueba a intentarlo y quizá termines riéndote de tu propia cara (y no digo que seas feo, ¿eh?, que no voy por ahí).

11. Entretenerte, pasar algo de tiempo haciendo lo que te gusta (no todo puede ser trabajo). Cualquier afición que te divierta o te estimule como persona es válida: Pintar, hacer patchwork, aeromodelismo, yoga, manualidades con caracolas de mar, fabricar muebles con cartones, componer música celta con instrumentos artesanos hechos con latas de aceitunas, escribir tus memorias (o un blog muy cuqui)... ¡Imaginación al poder!

Si quieres leer algo un poco más técnico (pero no tanto como para que necesites un traductor de élfico) puedes leer este artículo de Psicoactiva.

Toda cara tiene su cruz, pero toda cruz tiene su cara.

Ahora, el efecto de las endorfinas no es duradero (por simple autoprotección de nuestro organismo). Dado que uno de sus efectos principales consiste en mitigar el dolor sucede que el cuerpo podría insensibilizarse al propio daño y dejaría de avisarte (o tardaría más) en caso de necesidad o peligro.
Nada es malo del todo, ni bueno por completo.

Por eso existen unas enzimas que se encargan de destruir las endorfinas en un determinado lapso de tiempo. De ahí la necesidad de generarlas con suficiente frecuencia para no pasar «al lado oscuro de la fuerza». Y ahí entra en juego tu voluntad, para vigilar un nivel óptimo y equilbrado de esta sustancia.

Cuando tu cerebro «se da una vuelta» por los depósitos hormonales mide el nivel existente de endorfinas en el organismo. Si los neurotransmisores le dicen a tu ordenador de materia gris que las reservas son insuficientes, entonces, este hace saltar la alarma y comienza a funcionar el «modo restricción». La carencia de endorfinas se interpreta como una escasez peligrosa y, para avisar a todo el organismo de este serio problema, se comienza a segregar otra hormona llamada cortisol.
 
Como digo, es un sistema de defensa útil y necesario para ayudarnos a superar situaciones complicadas o incluso peligrosas. Claro, el mensaje que lanza al organismo esta hormona es contrario al que producen las endorfinas, de modo que si se entra en este estado de alerta, las «hormonas buenas» dejan de producirse y el cortisol toma el control.

Estas hormonas se encargan de enviar mayores dosis de energía a los músculos (si nos persigue un hipopótamo furioso, por ejemplo, nos ayudará a correr más, pero mejor que no lo compruebes por ti mismo pues podrías estresar al hipopótamo...)

De modo que el cortisol no es el malo de la película, está ahí para protegernos en momentos de necesidad. Pero cuando no segregamos suficientes endorfinas sucede lo que decía, el cuerpo lo interpreta como una emergencia (porque si no estás feliz, todo tu cuerpo se preocupa) y comienza a segregar esta hormona de manera continua.

Su efecto puntual es como tomar un estimulante pero su acción a largo plazo hace aparecer un serio problema: el cuerpo no encuentra reposo, está en continuo estado de alerta, el funcionamiento normal se interrumpe y se entra en un estado de ansiedad denominado estrés, pues esta derivación de fuerzas extras no se puede mantener a largo plazo sin que pase a cobrar factura: cansancio, mal humor, irritabilidad, dolores digestivos y, a la larga, depresión.

De modo que ya sabes, la mejor manera de huir del estrés y de la depresión es ocuparte de realizar las acciones recomendadas en este artículo para producir endorfinas (y las que se te ocurran a ti, que no lo voy a pensar yo todo).

No te hundas en la depresión pensando que es un pozo del que no podrás salir. Si una persona enclenque es capaz de tomar la decisión de practicar algún deporte o de hacer ejercicio hasta marcar unos músculos escondidos por años bajo el pellejo, entonces, tú eres capaz de salir de la depresión y de huir del estrés.

No pienses que te enfrentas a un esfuerzo titánico contra ellos, sino visualiza que, granito a granito, practicando como si de un ejercicio físico se tratara, conseguirás que los «músculos» de tu voluntad marquen en tu rostro una profunda sonrisa con la que enfrentar mejor las dificultades que vengan en adelante.

No se trata de vivir feliz en todo momento, porque eso provocaría que todo perdiera su gracia... Pero eso será tema de otro artículo más adelante.

Por ahora confórmate con prestar atención a los consejos que has podido leer en este artículo, trata de añadirlos a tus hábitos, date tiempo y, poco a poco, verás los cambios. Todo es cuestión de empezar a practicar. Tú puedes, lo sé.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El libro

Un guardián en el palacio

Presentación en Espacio Abierto