No es sinceridad todo lo que reluce

«Soy tan sincero que hago daño con solo abrir la boca»... ¿Conoces a alguien así?

Creo que todos conocemos a alguien así... e incluso podría darse el caso de que te describiera a ti mismo. Pero ¿eso es sinceridad?, ¿en serio?

Ser sincero es una virtud, pero a veces no entendemos en qué consiste. Muchas personas piensan que se trata de decir la verdad a la cara, toda la verdad y más aún. Pero el diccionario define la sinceridad como: «Sencillez, veracidad, modo de expresarse o de comportarse libre de fingimiento».

De tal modo la sinceridad se acerca más a huir de la hipocresía y de esas caretas que muestran lo que no somos en realidad. Nos debe llevar a hablar verdad, sí, pero no a cualquier precio. Quizá, más que hablar mucho nos invita a ser genuinos, coherentes con lo que pensamos. Por ejemplo, no vayas a criticar a tu vecino por beber demasiado mientras tú tienes los muebles de tu casa repletos de botellas que se vacían a un ritmo constante (o exagerado).

Ser sincero con uno mismo y huir de la hipocresía también debe pasar por no pedir a los demás lo que no estemos dispuestos a hacer nosotros mismos, porque nadie nos nombró jueces para decidir si lo que hacen otros es lo correcto (a menos que estudiaras derecho y seas juez de verdad, je, je).

Viene al caso hablar de otra palabra: Asertividad. Es un término que, en sicología, se utiliza para definir a las personas que expresan su opinión de manera firme, que dicen lo que piensan sin temer lo que otros opinen; en cierto modo muestra la seguridad de quien habla o actúa, que está convencido de que debe decir tal o cual cosa, y además lo hace sin remordimientos, y a veces también sin cuidado.

Ser sincero no es decir todo lo que piensas. Blog Volando sobre los espinos.

El sentido común no debe ausentarse de nuestras vidas. Decir lo que se piensa no implica herir, dañar, molestar o insultar a nadie. No es esa la actitud. Eso no es sinceridad, porque la sencillez que implica esta palabra no da lugar a este dolor gratuito provocado: Hay palabras que deberían quedar guardadas en la caja fuerte de nuestra boca.

Por poner un ejemplo: Vas por la calle y ves a alguien con quien hace tiempo que no te cruzas, quizá un par de años. Le ves deteriorado, apagado... y sin pensarlo le dices: «¡Qué viejo estás, tienes más arrugas que una bola de papel!»

Puede ser cierto pero ¿es necesario decirlo? ¿Acaso aporta algún beneficio este tipo de comentarios? ¿Piensas que si te callas eres un mentiroso? (recuerda que nadie te preguntó tu opinión, lo dijiste por propia iniciativa). Si eres de los (o las) que dicen que tú eres así de sincero deberías plantearte si esa veracidad de la que presumes mejora a quien se «la sueltas».

¿Y qué te parece si la historia se da al revés y te dicen alguna lindeza de ese tipo? Estoy seguro de que si alguien es así de «sincero» o «asertivo» contigo terminarás con un enfado monumental... «¿Quién se cree este que es para decirme que estoy más gordo, o más fea, o más antipático...?

La sinceridad «hablada» debe aparecer solo si se requiere, cuando alguien te pide consejo u opinión, cuando tienes confianza con quien la va a recibir y sabes expresar lo que piensas con cariño, con delicadeza, con la gracia suficiente como para edificar o corregir, para incentivar, para ofrecer una mejora desde el respeto y la sencillez.

La sinceridad debe ser productiva, ventajosa, una ayuda para quien la requiera, no un puñal para rematar a quien anda herido. Y sobre todo, debe ser respaldada por tu conducta veraz, libre de dobleces o falsas apariencia: Ese es otro tipo de lenguaje que suele decir más que las propias palabras.

No dejes de ser persona, no pierdas la humanidad y trata de empatizar con los demás; ponte bajo el pellejo de los que te rodean. ¿Acaso crees que los otros no se miran en el espejo antes de salir de casa? ¿Piensas que eres el único que tiene una báscula en su casa para percibir si alguien tiene más o menos peso que hace un mes? ¿O quizá te sientes con un poder paranormal para detectar ojeras ajenas?

Amigo, amiga... No confundas la sinceridad con la impertinencia, con las palabras (u obras) que no vienen al caso y solo provocan molestias o desagrado. No se trata de que digas todo lo que piensas a cualquier precio. Mide tus palabras, piensa si aportan algo positivo al silencio y actúa en consecuencia porque como iba diciendo, ser sincero o asertivo no debe convertirte en un verdugo insensible.

«La sinceridad no consiste en decir todo lo que piensas, sino en que tu comportamiento y tu forma de hablar estén siempre llenos de verdad».

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