Sobre la tolerancia

A lo largo de la vida todos aprendemos, sin excepción; unos (o unas) más que otros. Eso nos lleva a marcar nuestras preferencias, nuestras metas y exigencias, nuestro carácter...

Pero hay un problema: ¿Quién nos puede asegurar que hemos aprendido de una fuente fiable? ¿Nunca te planteaste que quien te enseñó podría tener un punto de vista erróneo?

Esta pregunta no requiere respuesta, sino reflexión. Se trata de que, en esta época en la que la tolerancia es una palabra que siempre sale a relucir, te des cuenta de esto:

La tolerancia no se puede exigir, porque eso sería una muestra de intransigencia (lo contrario). No sé qué opinas tú al respecto, pero me parece poco ético pedir a los demás que te ofrezcan lo que tú mismo no eres capaz de dar.

Sin embargo, existen demasiados asuntos que están a la orden del día y dan problemas justo por eso, porque ni todos están dispuestos a tolerar la libertad de los demás, ni tampoco los que piden ser tolerados toleran a aquellos que no siguen sus pasos.

Esta redundancia parece un trabalenguas, pero tiene sentido. Una cuestión es que me pidas que te respete; es lógico, cabal, lícito. Pero otra cosa muy diferente es que me obligues a ser como tú. Pídeme que te respete, pero no que te imite.

Por mucho que te explique cómo creo que funcionan bien las cosas jamás te obligaré a seguir mis consejos, ni a repetir mis pasos, ni a opinar igual que yo. Eres libre de hacerlo si crees que es bueno para ti, pero no pretendo imponerme. Mi libertad acaba donde empieza la tuya, en eso consiste el respeto; pero no olvides que ese puente se cruza en ambos sentidos, de modo que no me obligues a reirte la gracia si no me parece bien lo que haces tú. Confórmate (que no es poco) con que te acepte como eres. Y acéptame (aunque no te guste) como soy.

No tienes por qué convencer a nadie de que llevas la razón; te ahorrarás muchos problemas. #volandosobrelosespinos
Un principio para andar este camino de la tolerancia y el respeto, empieza por la frase de la imagen que acompaña a este artículo. Ten en cuenta que quizá tengas razón en tus pensamientos, en tu forma de comportarte, en tus principios... Pero cuando choques con alguien que no opina como tú, es mejor evitar la confrontación, no te sientas en la obligación moral de convencer a nadie de que tienes la razón, no al menos si eso provoca una disputa.

Si de veras llevas la razón, nadie te la quitará; pero si por defenderla o imponerla tomas una actitud violenta o impositiva la puedes perder... ¡Piénsalo!

Por ese motivo, ten claro que aunque la razón esté de tu parte (todos pensamos que la tenemos, pero es imposible que todos la llevemos) no es necesario que se lo demuestres a nadie, ni que te enzarces en una disputa que solo te quitará la paz y espantará a ciertas amistades y relaciones de tu lado.

La inmigración, las banderas y las naciones, el colectivo LGTB+, la política, la independencia... Demasiados frentes abiertos en las calles y en las casas. Creo que la cordura camina de la mano del entendimiento. Pero repito, una cosa es que te entienda, y otra muy distinta es que te imite...

Yo soy como soy. Tú eres como eres. Pero ninguna de nuestras formas de ser o pensar debería llevarnos a perder los nervios, que la vida ya tiene bastantes complicaciones. No añadamos más leña al fuego porque...

¿De veras merece tanto la pena llevar la razón siempre?

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